me preguntas:
sin amor, sin bandera,
sin patria, exhausta,
errante y extraviada
entre estólidas fronteras,
¿qué me queda?
La palabra sublime es el silencio,
trenzado de tersos besos,
que salta hacia ti
desde el abismo
de unos labios extraños.
Pero quisiera poder recibirte
y acogerte
como debiera
¡oh sí! quisiera.
Quisiera,
mientras respiro,
no habitar este desolado barullo
donde los líderes del pueblo
mienten,
aquellos que ostentan el poder,
¡qué necios!,
mienten.
Sus palabras,
hueros, procaces garabatos,
que engañan los oídos.
Ellos escupen
la palabra espúrea
que rompe el mundo,
hay que gritarles
que algún día serán largamente castigados.
En tanto,
a ti,
mi dulce y frágil desconocida,
quisiera acunarte entre mis brazos,
mis venas fueran ríos
para horadar tu cauce,
tu piel mi playa.
Acaso tú no ignores que,
perdidos en este tiempo,
no conseguimos nada,
y ahora
ya nada es cuanto quiero.
En este lapso aguardo el fin,
trabadamente existiendo.
Mientras,
tu gesto desolado
resquebraja mis débiles entrañas,
que corren como torrenteras,
montaña abajo,
hasta regar la greda.
En tanto,
escribiré en la palma de tu mano
mis mensajes de amor
y nunca hasta después del tiempo
sabré si fueron recibidos
viernes, 13 de junio de 2008
aininda
Corazón que te fuiste,
¿dónde estás?
¿cómo va tu camino?
extraños son los senderos sin ti.
Como océano vivo
eterno de inefable amor
sucesión infinita
de infinitos deleites insondables
te soñé
Libertad suma
risa sin fin
vértigo absoluto e inagotable
oh tu belleza
Más allá de lo que nadie espera
más allá de lo que algunos quieren.
Vi,
la belleza de los pájaros
atravesados por el fulgor,
y era tu nombre
quien daba forma a sus quiebros,
como delicadas manos
que trazaran límpidos gestos en el aire,
giraban y giraban,
buscando agujeros de luz
en la noche del tiempo...
Puedo deciros que,
he visto a la espuma
romper la noche,
con su níveo dolor incandescente.
Ojalá me creáis.
¿dónde estás?
¿cómo va tu camino?
extraños son los senderos sin ti.
Como océano vivo
eterno de inefable amor
sucesión infinita
de infinitos deleites insondables
te soñé
Libertad suma
risa sin fin
vértigo absoluto e inagotable
oh tu belleza
Más allá de lo que nadie espera
más allá de lo que algunos quieren.
Vi,
la belleza de los pájaros
atravesados por el fulgor,
y era tu nombre
quien daba forma a sus quiebros,
como delicadas manos
que trazaran límpidos gestos en el aire,
giraban y giraban,
buscando agujeros de luz
en la noche del tiempo...
Puedo deciros que,
he visto a la espuma
romper la noche,
con su níveo dolor incandescente.
Ojalá me creáis.
jueves, 12 de junio de 2008
aininda
A Ti que no escuchas. ¿Lograré conmoverte?
Desde el primer día antes de todos los días,
el día de la consciencia
agazapada sobre la consciencia,
hechizada,
cuando la sola luz ilumina un rectángulo de espacio
(que es mi hogar en cualquier parte)
para dar paso a la desolación acogedora
del abrazo sin pausa,
de la esencia intangible
pero dulce
en que duermo y despierto.
Desde entonces,
una única,
poderosa
y terrible pregunta:
¿qué es esto que es yo?
Habitante de nada,
maestro de sueños
y de horas consumidas,
de pasiones palpables como paredes ciegas,
como golpes terribles de los cráneos amados.
Aprendiz de mí mismo,
del estupor inmenso al final de las cosas,
o el comienzo.
¿Qué es esto?
hecho de símbolo y figura,
pero de carne herida por la historia,
que se agota y duerme,
se estremece y deleita,
hasta extasiarse.
Percepción anonadada de inasible substancia.
Un mismo tormento o una duda,
un pesar en esta ausencia de expresión,
en esta larga vida inacabada,
como el beso
que una vez, eones ha, comenzó,
donde se afanan
todavía extraviados
los amantes.
Y una larga, larga respuesta,
como la sombra de un momento
dulcemente enhebrado
en la cerúlea espalda repasada,
luenga revelación
por siempre diferida...
Nada se acaba,
no se termina el ser,
si alguna vez comienza.
No importa el alma
que se advierte en las horas
o en el pozo brillante
donde unos ojos grandes.
Ni la luz o la lluvia
que siempre nos alcanzan.
¿Y cómo huir del espacio-tiempo?
si dibujándonos ríe
en tanto perecemos,
porque, ¿quién podrá huir de sí mismo?.
Lo importante eres tú,
que, misteriosamente, no eres yo,
tú, que através de las cosas,
sin que te rocen,
vas pasando.
Tú y no nosotros.
Van cayendo, entretanto,
como instantes de reloj,
mis lágrimas.
No hay tiempo
ni aflicción que sean míos,
tan solo ocurre
que mi trabajo es existir,
y la desesperación
es mi camino de ternura.
Largo es el viaje.
Pues soy el peregrino
ante todos los sueños,
que infinitamente lejos de mí
me sueñan.
No tengo nada,
ni quiero tener tanto.
¿Quién es el sabio sin la sabiduría?
la sal si el sabor,
el llanto sin el dolor.
Estas son las palabras
que de mí manan
en horas solitarias
de soliloquios vanos
con la más bella nada:
Desde el primer día antes de todos los días,
el día de la consciencia
agazapada sobre la consciencia,
hechizada,
cuando la sola luz ilumina un rectángulo de espacio
(que es mi hogar en cualquier parte)
para dar paso a la desolación acogedora
del abrazo sin pausa,
de la esencia intangible
pero dulce
en que duermo y despierto.
Desde entonces,
una única,
poderosa
y terrible pregunta:
¿qué es esto que es yo?
Habitante de nada,
maestro de sueños
y de horas consumidas,
de pasiones palpables como paredes ciegas,
como golpes terribles de los cráneos amados.
Aprendiz de mí mismo,
del estupor inmenso al final de las cosas,
o el comienzo.
¿Qué es esto?
hecho de símbolo y figura,
pero de carne herida por la historia,
que se agota y duerme,
se estremece y deleita,
hasta extasiarse.
Percepción anonadada de inasible substancia.
Un mismo tormento o una duda,
un pesar en esta ausencia de expresión,
en esta larga vida inacabada,
como el beso
que una vez, eones ha, comenzó,
donde se afanan
todavía extraviados
los amantes.
Y una larga, larga respuesta,
como la sombra de un momento
dulcemente enhebrado
en la cerúlea espalda repasada,
luenga revelación
por siempre diferida...
Nada se acaba,
no se termina el ser,
si alguna vez comienza.
No importa el alma
que se advierte en las horas
o en el pozo brillante
donde unos ojos grandes.
Ni la luz o la lluvia
que siempre nos alcanzan.
¿Y cómo huir del espacio-tiempo?
si dibujándonos ríe
en tanto perecemos,
porque, ¿quién podrá huir de sí mismo?.
Lo importante eres tú,
que, misteriosamente, no eres yo,
tú, que através de las cosas,
sin que te rocen,
vas pasando.
Tú y no nosotros.
Van cayendo, entretanto,
como instantes de reloj,
mis lágrimas.
No hay tiempo
ni aflicción que sean míos,
tan solo ocurre
que mi trabajo es existir,
y la desesperación
es mi camino de ternura.
Largo es el viaje.
Pues soy el peregrino
ante todos los sueños,
que infinitamente lejos de mí
me sueñan.
No tengo nada,
ni quiero tener tanto.
¿Quién es el sabio sin la sabiduría?
la sal si el sabor,
el llanto sin el dolor.
Estas son las palabras
que de mí manan
en horas solitarias
de soliloquios vanos
con la más bella nada:
aininda
Escuchad lo que dice el Qohelet: "Todo es vanidad, sólo vanidad, nada más que vanidad..." (Eclesiastés).
Tú. Que no eres yo. Sino alguien otro, otra. Nunca viniste tú. Ni tus preguntas. En la distancia escuché tu voz inquirir, apremiándole a la nada: ¿podrá la tarde insomne abrigar a la mañana?, ¿la sed saciada no saciarse?. Eran sólo paradojas. Símbolos con que percibir conceptos. Nociones como sistema, ser o tiempo. Y hechos, como mundo, botón o muerte. Nunca viniste tú para decírmelas. Sin embargo ambos sabíamos, pues ¿no contemplamos a las criaturas aferrarse apenas a unas horas trenzadas de penurias?. Hasta el suicida salta, sí, esperando a tierra no llegar. Supimos que la contradición es lo más bello que tenemos, lo único con lo cual podemos tratar de alcanzar lo inalcanzable.
No es fácil la existencia. No lo era el día que decidí comenzar este poema con formato de diario o este diario de mi poética existencia. Algo sobre lo que soy, sobre lo que este yo es. En nada diferente a lo que otros son. Un desconocido que habita un tiempo-espacio de este mundo. Una franja de existencia entre las múltiples e ineludibles fronteras que perpetuamente nos hieren. Un intruso que quisiera transgredir todo confín. Un explorador que desea, ¡ay!, alcanzar más allá de la piel, propia y ajena, más allá del lenguaje y de los signos, más allá aún de la duración en que nos afanamos. Pero sólo soy lo que tengo nada más. Y lo que tengo es un aquí, desde el cual a vosotras, barreras imposibles, para transgrediros os menciono. Desde esta palabra enferma, herida. Desde este alto borde en que sonriente me abismo, para liberarme os nombro: márgenes. Trama que nos arrebuja y aprisiona. Caricias que tiemblan ausentes en mi piel, tristes retazos flotando en el viento frío de las horas desnudas. Restos a la deriva sobre el océano-destino, enorme, espeso, que todo lo impregna. A ti, caterva de instantes, densidad de momentos y de espacios en que permanecemos empapados. Como criaturas ingenuas en la playa del cosmos, que se demoran bajo el sol ya pálido de un otoño olvidado. Embebidos del flujo, breve y misterioso, en las orillas ajenas de algún mar tiempo-espacio. A ti, que no tienes nombre. Frontera de extravío. Yo, frágil armazón que se desliza hasta acabarse, a ti, no alcanzo a mencionarte.
Tú. Que no eres yo. Sino alguien otro, otra. Nunca viniste tú. Ni tus preguntas. En la distancia escuché tu voz inquirir, apremiándole a la nada: ¿podrá la tarde insomne abrigar a la mañana?, ¿la sed saciada no saciarse?. Eran sólo paradojas. Símbolos con que percibir conceptos. Nociones como sistema, ser o tiempo. Y hechos, como mundo, botón o muerte. Nunca viniste tú para decírmelas. Sin embargo ambos sabíamos, pues ¿no contemplamos a las criaturas aferrarse apenas a unas horas trenzadas de penurias?. Hasta el suicida salta, sí, esperando a tierra no llegar. Supimos que la contradición es lo más bello que tenemos, lo único con lo cual podemos tratar de alcanzar lo inalcanzable.
No es fácil la existencia. No lo era el día que decidí comenzar este poema con formato de diario o este diario de mi poética existencia. Algo sobre lo que soy, sobre lo que este yo es. En nada diferente a lo que otros son. Un desconocido que habita un tiempo-espacio de este mundo. Una franja de existencia entre las múltiples e ineludibles fronteras que perpetuamente nos hieren. Un intruso que quisiera transgredir todo confín. Un explorador que desea, ¡ay!, alcanzar más allá de la piel, propia y ajena, más allá del lenguaje y de los signos, más allá aún de la duración en que nos afanamos. Pero sólo soy lo que tengo nada más. Y lo que tengo es un aquí, desde el cual a vosotras, barreras imposibles, para transgrediros os menciono. Desde esta palabra enferma, herida. Desde este alto borde en que sonriente me abismo, para liberarme os nombro: márgenes. Trama que nos arrebuja y aprisiona. Caricias que tiemblan ausentes en mi piel, tristes retazos flotando en el viento frío de las horas desnudas. Restos a la deriva sobre el océano-destino, enorme, espeso, que todo lo impregna. A ti, caterva de instantes, densidad de momentos y de espacios en que permanecemos empapados. Como criaturas ingenuas en la playa del cosmos, que se demoran bajo el sol ya pálido de un otoño olvidado. Embebidos del flujo, breve y misterioso, en las orillas ajenas de algún mar tiempo-espacio. A ti, que no tienes nombre. Frontera de extravío. Yo, frágil armazón que se desliza hasta acabarse, a ti, no alcanzo a mencionarte.
djanfa
Amor mi amor
Me ha dicho el pájaro profeta
Que se inundó el paraíso
No bastó tu belleza
ni la luz
Siempre quisieron más
Más dinero
Más poder
Más…
Su ambición
Brilla árida al sol
No bastó una canción
Ni las sonrisas bellas
Bajaron ríos al mar
a borrar nuestras huellas
Nos devoramos
Como estúpidos bichos
Ya nadie sufre…
El mundo estuvo en nuestras manos
Frágiles
Apenas los tobillos en la mágica orilla del cosmos
Tanto por cambiar
Por descubrir
Tanto quedaba por hacer…
Amor mi amor
Me ha dicho el pájaro profeta
Que ya nadie canta aquellos símbolos
Con que trazábamos espacios-tiempos
Donde amarnos
Con que antaño jugamos
dice que nuestras risas en la orilla
Aún resuenan cuando el viento
Trae recuerdos de espuma…
Siempre quisimos más
Más belleza
Más sueños
Más amor
Más conocimiento, sabiduría
Más de tu rostro dulce
Y las delicadas caricias de tu piel
Cuando jugamos sobre la arena del amanecer
Siempre quisimos menos
Menos fronteras
Menos violencia
Menos soberbia
Menos mentira, engaños, falsedad
Menos muerte…
Cuando morimos bajo la sombra de aquel atardecer
Último
Me ha dicho el pájaro profeta que
Que ahora soy nada
y ya soy libre
Me ha dicho el pájaro profeta
Que se inundó el paraíso
No bastó tu belleza
ni la luz
Siempre quisieron más
Más dinero
Más poder
Más…
Su ambición
Brilla árida al sol
No bastó una canción
Ni las sonrisas bellas
Bajaron ríos al mar
a borrar nuestras huellas
Nos devoramos
Como estúpidos bichos
Ya nadie sufre…
El mundo estuvo en nuestras manos
Frágiles
Apenas los tobillos en la mágica orilla del cosmos
Tanto por cambiar
Por descubrir
Tanto quedaba por hacer…
Amor mi amor
Me ha dicho el pájaro profeta
Que ya nadie canta aquellos símbolos
Con que trazábamos espacios-tiempos
Donde amarnos
Con que antaño jugamos
dice que nuestras risas en la orilla
Aún resuenan cuando el viento
Trae recuerdos de espuma…
Siempre quisimos más
Más belleza
Más sueños
Más amor
Más conocimiento, sabiduría
Más de tu rostro dulce
Y las delicadas caricias de tu piel
Cuando jugamos sobre la arena del amanecer
Siempre quisimos menos
Menos fronteras
Menos violencia
Menos soberbia
Menos mentira, engaños, falsedad
Menos muerte…
Cuando morimos bajo la sombra de aquel atardecer
Último
Me ha dicho el pájaro profeta que
Que ahora soy nada
y ya soy libre
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