Temprano en la mañana gris y oscura de un sábado lluvioso.
Adentro la calle desierta,
yo, afuera observando desde detrás de un cristal.
Hay una persona embozada en negro,
sus ropas centelleando perladas de agua,
se protege bajo un paraguas naranja
que pronto es lo único que existe.
Un destello naranja rompiendo la monotonía gris
de las páginas de un cómic
blanco y negro
en la ciudad desierta.
Como si presintiese mi interés,
el paraguas se abre y cierra,
se abre y cierra,
una vez y otra vez
llueve
y el paraguas es lo único que veo
se va perdiendo por una arteria en obras
como un resuello naranja
que rompe el espacio para recordarme
que los instantes arden
y ni siquiera esta mañana
helada y húmeda
es capaz de apagarlos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario