jueves, 27 de julio de 2006

NUESTRO SILENCIO


Yo, palabra hecha ceniza,
miré tu rostro desdichado,
habitante gris
hermano del espejo.

Yo soy la risa
del espacio que eres
en que tu nombre es sólo ruido.

Ambos somos fatiga
que atraviesa el espeso murmullo inconsistente
océano de lentos e imprecisos deambulares.

Sé que fuimos lo mismo: transeúntes hacia la belleza.
Ahora sencillamente estamos: dos entre la multitud.

Puedo escuchar las voces de tu sangre,
herida abierta,
hablándole a mi sangre,
resonando entre los corredores del espacio
del cual somos morada.

Y me pregunto: ¿en qué lugar quedó nuestro silencio?
esparcido sobre la arena,
devorado por la algarabía.

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