jueves, 24 de diciembre de 2009

Ofrenda

La caricia febril
de aquella brisa oscura,
empapada en tu voz
luminosa en la bruma,
tirita desolada en el vacío,
y el eco de la canción
aún resuena feroz.

La sonrisa en los labios
y la lucha,
siempre,
me faltan.
Aquí y ahora.

Qué sabe nadie,
no jugaron con Yoni,
no escucharon el quebrado sollozo
de aquél son
corriendo entre los charcos.

No besaron el filo del puñal,
ni la risa salvaje del peligro
derramaron,
ebrios de instantes.

Aquí y ahora,
amigo,
como duele
el fracaso.

Peregrino soy
ante los sueños
que me sueñan
y en las horas extrañas,
aún acaso la maga
me recuerda.

Y aún acecha
la claridad terrible,
sobre estos pasos
que resonaron ajenos,
en miserables tugurios confundidos
de risas y gemidos,
esparcidos por la brisa
que hoy juega entre los restos.

Hoy lloro
a los estremecidos viejos,
los niños sin sonrisas,
y a las madres sin hijos,
que escrutan delante de sus pasos,
las huellas de un camino
ya nunca transitado.

Escucho al viento,
susurrante locura,
oh sí,
de voces deformadas,
chirrían entre carteles y metal
y se mezclan con mis gritos,
no tengo nada,
ni quiero tener tanto.

Naufrago entre recuerdos
del piélago insondable de otra orilla,
de innúmeras y místicas caricias,
de puro sueño glauco,
del juego y la marea
de las olas heladas
y las almas,
los besos desbordados.

Aquí y ahora,
permanezco ausente y empapado,
frente a esta extensión inusitada,
postrado ante tu ausencia,
poso mis labios en tu piel
de cosmos o frontera,
desnudo y sin renuncia
entrego mi derrota.

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