viernes, 21 de diciembre de 2007

Eremita

..
El delirio brilla perpetuo en su mirada,
si bien, sonríe con sosiego
y la gente deambula mientras
él, tiza en mano,
colorea sus bocetos en la acera,
indiferente eremita del cemento.

Charlábamos de vez en cuando,
la avidez de sus palabras y las olas,
es lo que hoy evoco de aquella ciudad
en frente del océano.

Dormía en una cueva semioculta,
al filo del mar,
debajo del paseo repleto de burgueses
que, a veces, mirábamos sus cuadros.
Yo amaba sus mensajes.

Conversábamos, maldecía a curas y mujeres por igual,
se enfadaba, si yo, comedido, cuestionaba sus extremos,
lo había tenido todo, decía, y ya no quería nada.

Lo dejé junto al rompiente,
en aquella orilla de aquel tiempo,
pero el delirio fulgurante de sus ojos
que ardían colmados por las olas
aún destella en mi memoria

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