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El delirio brilla perpetuo en su mirada,
si bien, sonríe con sosiego
y la gente deambula mientras
él, tiza en mano,
colorea sus bocetos en la acera,
indiferente eremita del cemento.
Charlábamos de vez en cuando,
la avidez de sus palabras y las olas,
es lo que hoy evoco de aquella ciudad
en frente del océano.
Dormía en una cueva semioculta,
al filo del mar,
debajo del paseo repleto de burgueses
que, a veces, mirábamos sus cuadros.
Yo amaba sus mensajes.
Conversábamos, maldecía a curas y mujeres por igual,
se enfadaba, si yo, comedido, cuestionaba sus extremos,
lo había tenido todo, decía, y ya no quería nada.
Lo dejé junto al rompiente,
en aquella orilla de aquel tiempo,
pero el delirio fulgurante de sus ojos
que ardían colmados por las olas
aún destella en mi memoria
viernes, 21 de diciembre de 2007
sábado, 1 de diciembre de 2007
Hay Algo
Eh. Id profundo, tíos.
Ed Chianese. En Luz de M. J. Harrison.
Apenas un recuerdo entre dos sombras. Como una hora de un día hermoso de pronto irrumpiendo en medio de la tarde oscura del invierno. Siempre está ahí pero no se le ve. Casi nunca. Ayer. De niño, un mundo, un parpadeo, en el reflejo en algún charco. Hace muchos años, en la iglesia, alguna vez. Lo mismo que en el sexo y el deseo. Ah, en los brindis aquellos, extendidos sobre tardes construidas con quimeras. En el sacrificio y en la entrega. En la risa y la amistad. En ninguna parte todavía. En la soledad de sal y arena. Como un susurro cálido oculto entre la brisa helada. Un latido justo debajo del ímpetu del viento. Y allí, donde quiera que sea el lugar donde late el corazón. Ayer lo vi. Agazapado, como siempre, observando benévolo. Algo pequeño ó grande, no lo sé. Un atisbo entre el agitarse de las copas por la brisa. Un momento de nada. Bastó para abrazaros a todos. Lo sentisteis.
Está en el mundo pero se oculta. Es un monstruo. Una anomalía irracional y peligrosa. Todo buen burgués lo teme. Oculto, agazapado y horrísono, en lo más hondo de la mente. La palabra que lo nombra es bella aunque no signifique nada. Se llama amor.
¿Soy yo quien descansa dentro de la noche helada de algún portal? No puede ser. Yo duermo en un magnífico palacio. Por sus salas espléndidas deambula mi extravío en las noches de insomnio. Mi hogar está muy lejos. Mi lecho no es el suelo, pero mi cama, ¿tendrá un dosel de estrellas?
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