jueves, 10 de agosto de 2006
La compositora
Tres pajarillos se posan sobre el asfalto pero huyen cuando la espectacular transex que viene a pillar al final de la calle se baja de una pequeña furgoneta blanca. Al fondo el puerto y sus grúas descomunales, amarillas, agazapadas sobre la mar teñida de la tarde y arriba aún dominándolo todo, se alza el sol rojo entre la neblina y el humo, indiferente sobre mi, sobre los pajarillos, el trapicheo y una mujer que pasea al perro o al revés, quizás.
Y es entonces cuando pienso en la compositora, ella está hecha de energía, de música y de risa. Ella rompe el melancólico paisaje de la tarde escarlata. La he visto sonreír bajo la lluvia porque escuchaba la música sobre el asfalto, la he visto reír porque escuchaba la canción de la vida. Ella extrae las notas de la gente, de la sopa y del instante, del hambre y del deseo, de la luz y de la noche.
Ella compone, recoge los pedazos que flotan en el aire en que ella respira y nada. Siempre gana y siempre pierde. Llora las lágrimas que muchos lloran pero derrama sus sonrisas a todas horas.
Qué privilegio haberla visto danzar mientras arrebatada compone su obertura eterna y se iluminan sus arreboladas mejillas.
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